Puesto que ese elemento es la inmediatez del espíritu, puesto que la sustancia es el espíritu sin más, ella, la sustancia es la esencialidad transfigurada, la reflexión que ella misma simplemente es o la inmediatez, el ser que es la reflexión hacia dentro de sí mismo. La ciencia, por su parte, reclama de la autoconciencia que se haya elevado hasta este éter para poder vivir, y para vivir con ella y en el seno de ella. (Hegel, 1807)

Ánimos por comprender lo que a simple vista no se ve, surgen los modelos que dan nombre y significado a la compleja conducta del ser humano como especie. El occidente cayó en la paradoja del dualismo, en la que todo tiene sentido a partir de creer que cuerpo y mente son entes separados el uno del otro, pero de alguna forma conectados. Y paso tras paso se reafirma esta idea de ubicar en alguna parte de la máquina aquel fantasma que se manifiesta entre letras, entre palabras, entre emociones que se disuelven como la sal en el agua, como las vesículas que traspasan las membranas de las neuronas y estimulan todo el sistema.

Formas de percibir la realidad, quienes son partidarios de no creer en lo que no ven crean sus propios mundos en donde E – R y no existe nada más que cadenas de eventos que detonan estímulos y estos accionan respuestas. Percepciones de la máquina, que la máquina tiene de sí misma.

Me cuestionaba de la percepción, me preguntaba si es que los otros, aquellos ajenos a mí podrían ver aquello que veo yo, o si ellos veían más de lo que yo podía ver. Era momento, Decisiones que modifican la percepción, la forma de vida, la manera de ver la realidad. Las ciencias naturales son el esquema que sostiene mi mundo, todo cuanto sabía y me gustaba saber provenía de estas ciencias: la imponente arquitectura genética de la vida que habita el planeta, la evolución de los homínidos hasta la aparición del sapiens, el complejo y delicado equilibrio químico que mantienen las funciones cerebrales como en una danza líquida. Todo parecía tener lógica, sabía que aquí habría respuestas. Pero, hay dudas que se hacen sentir y que dejan ver que palabras como desesperación, esperanza, libertad, o espiritualidad tienen significado, y pasan de la virtualidad de donde provienen los dioses geométricos que habitan más de cuatro dimensiones, las funciones químicas perfectas que son tabla de juicio para los elementos que conforman nuestro universo, o la fenomenología del espíritu que desconoce la temporalidad, y pasan del plano abstracto a la materialización en la carne de aquel que las experimenta.

Decisiones que desencadenan consecuencias, libertad de decidir, mejor dicho, la idea de creer que hay decisión, todo parte del repertorio conductual, o de la naturaleza de la especie, al menos hasta que las posibilidades escapen de este. Y se reorganiza el sofware, se manifiesta la plasticidad de la materia viva para dar catedra de la adaptación, se piensa pues que tan increíble maquina es dios, y se tatúa en la frente de todas las disciplinas humanas Deux ex machina, pero contra todo pronóstico este Deux abandona su habitáculo y se transforma en cognive extension que vuela libre entre las letras o en las notas musicales de algún instrumento, o en la memoria que evoca el recuerdo de una imagen capturada entre pantallas digitales o una esencia que inunda el aire.

¿Dónde habita el ser cognoscente? Te diré realmente que no lo sé, lo único que sé es que no está en un solo lugar.

Josué Salvador Rodríguez Sánchez

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